lunes, 5 de noviembre de 2007

La insoportable levedad del ser… un idiota.

Me gusta venir a este lugar, soy un hombre de costumbres y este sitio es como mi hogar. Conozco al Jisus desde hace años, siempre estuvo ahí, siempre fue alguien en quien confiar y puedo decir que él confiaba en mí, siempre con su buen humor para sacarme de la suciedad en la que vivía.

Terminé de comer rápido, no me sentía con ánimos para estar rodeado de gente; pero a decir verdad jamás los tuve, siempre fui un poco huraño, con sus respectivas excepciones. Siempre encuentras a la gente adecuada cuando la necesitas, Dios, el destino, la suerte o como quieran llamarlo siempre pone a la gente en tu camino. Llegan, cumplen su misión y se van; hay quien se queda mucho tiempo, otros pasan rápido, algunos regresan, pero siempre dejan algo que cambia tu vida aunque no te des cuenta. Él era uno de esos que sin darse cuenta me enseñó a vivir.


- Nos vemos, apúntame la cena en mi cuenta.

- Claro, la pagarás cuando el infierno se congele ya lo sé-. Su risa era cálida y sincera, sabía que nunca le pagaría, pero no le importaba.

Tomé mi gabardina y salí lentamente del lugar, afuera llovía y hacía un frío infernal, la lluvia parecía cortar al contacto con la piel, era una lluvia fina pero helada, de esas que podrían ser parte de una mala película de horror.

- Vaya, nos acabamos el mundo y ni siquiera nos dimos cuenta. Adán y Eva nos sacarían el diablo a golpes si vieran lo que hicimos con “el Edén”. Pero valió la pena, un buen polvo siempre hace olvidar las penas, cuando tienes con quien o con que pagar por él.

Caminé lentamente por las calles y recordé que alguna vez significaron algo. Hace años había tantas cosas, le mercado, doña Refugio con sus grasosas y nutritivas quesadillas, niños jugando, la iglesia a donde iba a refugiarme y a gritarle a Dios por lo que me había hecho. Vaya arrogancia, la gente cree que Dios es quien nos castiga, ¡claro, no todas las idioteces iban a ser nuestra responsabilidad, a alguien había que culpar!

Nunca fui muy religioso, de hecho pienso que la iglesia es la peor desgracia que le pudo pasar a la humanidad. A pesar de eso siempre he sido muy espiritual, creo en una fuerza superior, pero no creo que hacerle el amor a una mujer que también lo desea, por amor o por dinero me lleve al infierno y por supuesto no creo en poner la otra mejilla. No, no hay cielo ni infierno como nos lo pintaron en la escuela. Sólo nosotros, nuestras almas que deben evolucionar o perderse en el infinito de la maldad.

Llegué a la esquina donde solía estar Fernanda y me detuve, la humedad cubría mi sombrero y mi gabardina y no pude evitar derramar una lágrima que se mezcló con las frías gotas que caían de las pesadas nubes. Era como si el cielo llorara conmigo su ausencia. Nunca supe que le ocurrió pero quisiera verla de nuevo, con su suéter de cuello alto y ese corte francés que la hacía lucir más joven de lo que era. Siempre coqueta y risueña; no creo haberla visto llorar más de dos veces en todo el tiempo que la conocí. Supongo que cumplió su sueño de poner un restaurante y formar una familia. O simplemente se cansó de un tipo negativo y sentimental.

La conocí cuando yo tenía 32, era mi etapa de alcoholismo agresivo, esos años en los que simplemente quería iniciar una pelea para que alguien me hiciera le favor de acabar con mi sufrimiento. Pero nunca funcionó, mi instinto era más fuerte, los Ojos Brillantes no éramos fáciles de vencer y yo era uno con muy mala actitud.

Recuerdo bien esa noche, yo acababa de salir de un bar de la zona y caminaba hacía mi departamento con ganas de tirarme en la cama o saltar por la ventana, lo que mi estado de ánimo dictara. Pero al cruzar por una calle oí un grito de mujer, me pareció que era buena idea hacer mi obra social del día y acercarme un poco más al perdón, aunque fuera mi propio perdón.

Era Fernanda, la tenía contra la pared un tipo delgado y de cabello largo, con gabardina de esas estilo Tony Tijuana (referencia antigua, lo sé). Lo primero que salió de mi boca fue “por que no intentas golpearme a mi marica”. Me di cuenta que había sido mala idea cuando de las sombras salieron 3 tipos enormes y con cara de haber pasado todo el día en las oficinas del seguro social en busca de su incapacidad. Eso y que el “marica” traía una pistola en la cintura, sólo hay algo peor que un idiota armado y eso es otro idiota que abre la boca sin tener un plan.

Pero mis padres me enseñaron que una mujer no debe ser tocada bajo ninguna circunstancia, a menos que sea tu compañera de Karate, en cuyo caso hay que patearle el trasero. Yo también iba armado, pero no iba a desperdiciar la oportunidad de que me reventaran la cabeza contra el suelo, en esta época del año no hay nada mejor que una mascarilla de barro.

El marica caminó hacía mi con porte de John Travolta en fiebre de sábado por la noche.

- Oye, éste es mi asunto, así que lárgate si no quieres que te rompamos las pelotas.

Con todo el orgullo que pude respondí –demasiado tarde, salieron corriendo cuando tus amigos se asomaron-. No se rieron, eso era mala señal.

- Así que te gusta jugar al héroe ¿no?

- En realidad me gusta más jugar botella con tu madre, pero hoy tenía cita con el ginecólogo, perdona no sabía que eso se pagaba.

Antes de darme cuenta su puño se estrelló en mi rostro, hacía mucho que no sentía tanto dolor, pero soy admirador de Bruce Willis así que me hice el duro y apliqué el golpe marca de la casa. Le solté un puntapié entre las pelotas y se derrumbó como castillo de naipes.

- No quería más sangre escurriendo de mi boca, no es buena para el cutis, así que saqué mi arma y grite – ¡El siguiente hijo de puta que se mueva le hago ventilación cerebral!

Mientras el marica se revolcaba de dolor tomé a Fernanda del brazo y salí corriendo a toda velocidad, la pobre perdió un zapato, pero no lo noté hasta que llegamos a mi departamento. No era el lugar ideal para llevar a una dama, pero en ese entonces aún estaba presentable.

- Gracias por ayudarme, pero van a matarte. Rodrigo no se va a quedar así.

- Supongo que no, pero ya me arreglaré yo. ¿Por qué te golpeaba tu novio?

- Ese imbécil no es mi novio, cometí el error de pagarle por protección… pero ya ves, un mal día y un moretón en la cara. Ni siquiera tengo dinero para comer algo.

Esto lo había visto mil veces en las películas, pero que diablos, por hoy yo era Harry el Sucio.

- No te apures, sanará y creo que por acá tengo algo de comer. ¿Por qué no te das un baño mientras preparo algo para cenar?

Con desconfianza se levantó y se dirigió al baño, yo no podía tener malos pensamientos con ella, parecía una niña indefensa que acaba de ser castigada por sus padres.

- Tranquila, yo iré a cocinar, aquí tienes algo de ropa. Te quedará grande pero está limpia, cierra por dentro para que estés más tranquila.

Me dirigió una mirada tierna y una sonrisa llena de inocencia mientras yo salía de la habitación.

La cocina nunca fue lo mío, así que le preparé lo más decente que pude mientras oía el agua caer en suavemente. Mientras calentaba un poco de café salió en silencio y me abrazó, creo que en ese momento me veía como un padre.

- Siéntate en el sillón mientras sirvo la comida.

Su pequeña figura se veía aún más débil enfundada en mi playera y mis pantalones, podrían haber cabido dos como ella en él, pero se veía tan dulce; como una pequeña hada en ropa deportiva.

- Listo, a comer…

Cuando gire la cabeza ella estaba dormida acostada en el sillón, así que la cubrí con una cobija y me dispuse a cenar solo… de nuevo.

Mientras ella parecía perderse en un mundo de sueños poblado por hadas y caballeros en armadura yo pensaba que por lo menos por esta noche podría dormir tranquila; sin preocuparse por la realidad…

“Nights in white satin,

Never reaching the end,

Letters Ive written,

Never meaning to send.

Beauty Id always missed

With these eyes before,

Just what the truth is

I cant say anymore.”

*** Moody Blues - Nights In White Satin***


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